La Fundación Alejandría en su que-hacer educativo se encuentra, en su día a día, con un “monstruo social” difícil de vencer, pero no imposible: la Violencia Intrafamiliar (VIF), que ha sido considerado por la Organización Panamericana de la Salud y el Ministerio de Protección Social en Colombia como un problema de salud pública.
Los miembros más vulnerables que la padecen en la familia son las mujeres, los niños y las niñas.
Este fenómeno que deteriora el tejido social, en la medida que cruza la frontera que delimita el terreno de lo privado a lo público, se ha definido “como un acto intencional por el cual uno o más miembros de un grupo familiar, producen a otro u otros, daño físico, psicológico, sexual”...
La Violencia Intrafamiliar se manifiesta a través del maltrato verbal, los insultos, intolerancia a las opiniones, el castigo físico, abuso sexual, aislamiento, humillación, abandono afectivo, irrespeto a la personalidad, prohibición (amistades, trabajo fuera de la casa), el querer controlar las actividades e imponer normas de convivencia, entre otras.
Y aunque las denuncias aumentan, se dice que sólo el 5% de los casos son registrados. Según el Sistema de Información Médico Legal del Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses, en Colombia, en el 2004 se reportaron un total de 59.770 dictámenes por VIF de los cuales: 9.847 casos por maltrato al menor. 36.901 casos por lesiones ocasionadas por maltrato entre de pareja. 13.022 por maltrato entre familiares
Así mismo, PROFAMILIA reporta en su Encuesta Nacional de Demografía y Salud de 2000 que el 41% de las mujeres en Colombia han sentido violencia física por el esposo o compañero, de estas el 54% quedaron con lesiones físicas; el 65% tiene reacciones negativas; el 46% sufren la insistencia de sus esposos por querer saber dónde están (y qué hacen); el 30% les impiden tener amistades; el 25% son acusadas de infidelidad; el 24% de los esposos controla la forma como gasta la mujer el dinero que gana, entre otras.
La Violencia Intrafamiliar surge en la cotidianidad, en la interacción de los miembros de la familia por el deseo de dominación; así que se ejercita, se conserva y se abusa del poder.
Es usual en nuestro contexto, que uno de los miembros de la familia, en posición ventajosa y de autoridad (especialmente por el control del dinero) encuentre en el irrespeto, el maltrato verbal y el castigo físico -violencia aprendida como única forma de resolver los conflictos- una forma eficaz de educar. Equivocándose de “cabo a rabo”, pues genera más violencia y deteriora los lazos familiares. La persona violentada, reflejará en su desarrollo personal grandes dificultades en la obtención de sus logros, bien sea en su ambiente familiar, laboral, académico o social.
Como educadores, los invitamos a “re-significar el sentido de la vida”. En este contexto tan complejo que nos ofrece el mundo, soñemos con unos niños y niñas que avancen hacia su auto-realización personal y desarrollo de su sensibilidad humana en todas sus potencialidades y dimensiones.
El universo está en nuestras manos, y la suerte de la humanidad en dónde estará?