jueves, julio 19, 2007

Los niños de Hollywood

A dos horas de Cali está Buenaventura. Este es el puerto a través del cual Colombia pone en el mercado internacional la mayor parte de sus productos.

Desde hace unos años, este puerto se volvió un lugar estratégico para el tráfico de productos ilícitos, razón por la cual se ha convertido en escenario de una cruel guerra entre bandas.

Cuál es, entonces, el ambiente en que viven los niños de Buenaventura? El vídeo que incluimos enseguida (de YouTube) y que lleva por título "Los niños de Hollywood" refleja esa realidad, pese a que es necesario aclarar que dicha situación siempre ha sido descaradamente grave. Lo que ha hecho el conflicto armado es profundizarla aún más y hacerla más visible.

Una región muy rica... con una población muy pobre!!!

martes, julio 17, 2007

La niña que amó al viento

Durante el mes de Agosto, en todas las regiones de Colombia se celebra la llegada de los vientos y con ellos llega la necesidad de buscar el campo, los espacios abiertos y las montañas para elevar las cometas.

Esta actividad se convierte en un paseo familiar de los fines de semana. En muchos casos los padres y madres enseñan a sus hijos a elaborar los papelotes o cometas.

El papel sedilla, los palitos de madera y la madeja de pita enrollada son los elementos ideales para construir desde las más sencillas hasta las más complejas aves voladoras de papel. El cielo se viste de colores y tanto a adultos, niños y niñas se les ve con orgullo elevando sus hermosas y majestuosas creaciones.

El viento se convierte en cómplice y de él depende que el sueño de volar, asido de la pita, se haga realidad.

La Fundación Alejandría como una ofrenda a los vientos de agosto, les regala este cuento:

La niña que amó al viento

Traducción de “The Girl who loved the wind” by Jane Yolen.


Una vez, hace mucho tiempo, en un país lejos al este, vivía un rico mercader. El era viudo y tenía una sola hija llamada Danina, Ella era preciosa y delicada, y él la amaba más de lo que amaba todos sus tesoros. Debido a que Danina era su única hija, el mercader quiso alejarla de cualquier cosa que pudiera dañarla o herirla, por lo que decidió encerrarla y aislarla del mundo.

Cuando Danina era todavía una niña, su padre la llevó a una enorme casa que había construido a orillas del mar. A tres de sus lados se erguían tres enormes muros. Al cuarto lado estaba el mar. En este hermoso y solitario lugar creció Danina, conociendo todo lo que había en el corazón de su padre, más no lo que había en el mundo.

En su jardín crecía toda clase de flores y frutos; los que su padre permitía. Y sobre su mesa había toda clase de pescado fresco y aves de corral, lo que su padre ordenaba. En su cuarto había finos amoblados. Libros virtuosamente coloreados y música alegre, danza ligera y pinturas brillantes llenaban sus días. Y a sus sirvientes se les ordenaba sonreír siempre, nunca decir NO, y estar contentos todo el año. Eso deseaba su padre y eso se hacía. Y por muchos años nada triste tocó a Danina en modo Alguno.

Más un día de primavera, estando Danina de pie en su ventana contemplando el mar, una brisa sopló a través de las olas. Agitó sus cabellos sobre el rostro. Sopló en las esquinas de su habitación. Y mientras se movía silbaba una pequeña canción encantadora. Danina nunca había escuchado algo así antes. Era triste pero hermosa. La intrigaba, la encantaba. La hacía suspirar y apretar sus manos.

-¿Quién eres tú?- Preguntó Danina.

Y el viento respondió y cantó: -¿Quién soy yo? Me llamo el viento. Azoto barcos y golondrinas. Susurro a través de las ventanas rotas. Conduzco la nieve y las tormentas de arena. Yo no soy siempre amable-.

- ¡Qué curioso!, - dijo Danina. Aquí apenas meces los árboles y juegas con las hojas y calmas las aves en sus nidos.

-Yo no soy siempre amable-, dijo de nuevo el viento.

-Todos aquí son siempre amables. Todos aquí están siempre felices-.

-¡Nada es siempre!- Dijo el viento

-Mi vida es siempre-, dijo Danina, ¡siempre feliz!

-Pero la vida no es siempre feliz-. Dijo el viento

-¡La mía lo es!-. Dijo Danina

- ¡Qué triste!- Susurró el viento desde un rincón.

- ¿Qué quieres decir?- Preguntó Danina.

Pero el viento sólo revoloteo a través de la ventana llevándose una de sus bufandas de seda, y antes de que ella pudiera hablar de nuevo, él sopló hacia el mar.


Los días pasaron: días felices. Sin embargo, a veces en su habitación, Danina trataba de cantar la canción del viento. No pudo recordar bien las palabras o rememorar la melodía, pero su rareza la hechizaba.

Finalmente, una mañana le preguntó a su padre: ¿Por qué la vida no es siempre feliz?

-La vida es siempre feliz-. Le replicó su padre.

-Eso fue lo que yo le dije-. Habló Danina

-¿Le dijiste a quién?- Preguntó su padre. El estaba, de repente asustado, temeroso de que alguien pudiera llevarse a su hija.

-El viento-, dijo danina.

-El viento no habla-, dijo su padre.

-El dijo que era el viento-. Replicó ella.

Pero su padre no la entendió. Y cuando un pescador que pasaba encontró extrañamente la bufanda de Danina en el mar y la devolvió a la casa del mercader, fue recompensado con una paliza, pues el mercader sospechaba que el pescador era quien se hacía llamar el viento.

Entonces, un día de verano, semanas después, cuando el sol se reflejaba en los pétalos de las flores, Danina paseaba por su jardín. De repente el viento saltó sobre el alto muro y empujó y haló las copas de los árboles. El cantó su canción extraña, y Danina apretó sus manos y suspiró.

-¿Quién eres tú?- susurró ella

- ¿Quién soy yo?- dijo el viento y cantó: -¿Quién soy yo? Me llamo el viento. Yo muevo las aspas de los molinos. Yo hago girar las arenas del desierto, yo he destruido diez mil galeones. Yo no soy siempre amable.

-Sabía que eras tú-, dijo Danina. Pero nadie me creyó.

Y el viento bailó alrededor del jardín e hizo inclinar las flores. Cuidó de las aves en los árboles y jugó gentilmente con las plumas en sus alas.

-¿Tú dices que no eres siempre amable?- Dijo Danina. Tú dices que has hecho muchas cosas aborrecibles. Pero todo lo que veo es que eres gentil y bueno.

- Pero no siempre- recordó el viento. Nada es siempre.

-¿Es triste, entonces, más allá del muro?-

-¡Es triste, a veces feliz!-. Dijo el viento

-¿Pero diferente cada día?- Preguntó Danina

- Muy diferente-.

-¡Qué extraño!-, Danina dijo. Aquí las cosas son siempre lo mismo. Siempre hermoso, siempre feliz. Bueno.

-¡Qué triste!- Dijo el viento ¡Qué aburrido. Y saltó sobre el muro y sopló hacia el mar.

-¡Vuelve!- Gritó Danina, apresurándose al muro. Pero su voz se perdió contra las piedras. Justo entonces su padre entró al jardín. Vio a su hija de pie junto al muro y llorando. Corrió hacia ella. - ¿A quién llamas, quién ha estado aquí?- Le exigió.

-El viento-, dijo Danina. Sus ojos brillaron con el recuerdo. Me cantó su canción.

-El viento no canta-, dijo el padre. Sólo los hombres y las aves cantan.

-Esto no era un ave-, dijo su hija.

-Entonces, pensó su padre, debió haber sido un hombre-. Y resolvió mantener a Danina alejada del jardín

Sin poder entrar a su jardín, Danina empezó a vagar por los largos corredores de la casa y la que una vez le pareció un palacio, empezaba a sentirse como una prisión. Todo le pareció falso. Las sonrisas felices de los sirvientes, las veía como sonrisas de lástima por su ignorancia. El bailarín parecía esconder corazones rotos. Las brillantes pinturas escondían tristes pensamientos. Y pronto Danina se encontró pensando en el viento en todo momento, murmurando su canción a los muros. Su canción sobre el mundo –a veces feliz, a veces triste-, siempre lleno de cambios y retos.

Su padre que no era cruel sino simplemente egoísta, no pudo mantenerla completamente encerrada. Una vez por día, por una hora, le permitía caminar por la playa. Pero tres sirvientes caminaban ante ella. Tres sirvientes caminaban detrás. Y el mercader mismo vigilaba desde una silla cubierta.

Un apacible día de otoño, cuando las crestas de las olas rodaban blancas hasta la orilla, Danina paseaba por la playa. Se echó su capa alrededor para calentarse. Y sus tres sirvientes delante y los tres sirvientes detrás tiritaban de frío. Su padre en su silla cubierta alaba la cobija hasta la barbilla y contemplaba el mar. Estaba frío e infeliz, pero más temeroso de dejar sola a Danina. De repente, el viento sopló a través de las crestas de las olas, esparciendo espuma en el aire. Danina volteó a saludarlo, abriendo sus brazos. La capa se agitaba detrás suyo como las alas de un pájaro gigante

-¿Quién eres tú?- Rugió el padre de Danina, saltando de su silla.

El viento giró alrededor de Danina y cantó: -¿Quién soy yo? Me llamo el viento, no soy siempre feliz, no soy siempre amable-

-¡Tonterías!- Chilló el padre de Danina. -¡Todos aquí son siempre felices y amables. Yo te arrestaré por allanamiento!- Y gritó:

-¡Guardias!-


Pero antes de que los guardias pudieran llegar, Danina había extendido su capa sobre el agua. Después se puso sobre ella, levantó una de sus esquinas y se despidió de su padre con la mano.

El viento soplando llenó la esquina de la capa como la vela de un barco. Y antes de que el Padre de Danina pudiera llamar a gritos, antes de que tuviera tiempo para una palabra de arrepentimiento, ella se había ido. Y la última cosa que vio fue la capa agitándose a medida que Danina y el viento navegaban lejos hacia el oeste, hacia el siempre cambiante mundo.