- “Por donde quiera que vayas, difunde el amor; ante todo en tu propia casa. Brinda amor a tus hijos, a tu mujer, a tu marido, al vecino de al lado… No dejes que nadie llegue jamás a ti sin que al irse se sienta mejor y más feliz. Sé la expresión viviente de la bondad de Dios; bondad en tu rostro, bondad en tus ojos, bondad en tu sonrisa, bondad en tu cordial saludo…” Madre Teresa de Calcuta
Los niños y niñas reconocen su posición por y para la vida desde muy temprana edad. Por eso crecer rodeado de amor es el pasaporte a una vida plena.
Cuando los niños y niñas aman aprenden también a amar y respetar la vida. El amor es el sentimiento que empuja, jalona, mueve, entusiasma, reta. Es importante, que desde pequeños identifiquen los impulsos que los unen a las personas, a las cosas, a las ideas, a los pensamientos, al mundo. Así podrán trasegar por el deseo, el juego, la risa, la tristeza, el fracaso, el éxito, el placer, el disfrute, los gustos y los disgustos superando los obstáculos y retos que surgen en el camino.
El amor y el movimiento mismo de la vida proponen un viaje hacía experiencias que determinan rutas en el presente y para el futuro. Vivir en el cambio, en la complejidad, estar con y en contra de la corriente es comprender que se está siempre en perpetuo movimiento. La vida en su infinitud, nació antes de nosotros y va más allá de nosotros, no puede asirse y aunque se quiera aprisionar, como el viento se mueve veloz y huidiza.
Cada uno(a) transita, es transitado y transita en otras vidas, avanza y deja que avancen a través de sus realidades. Al mismo tiempo es olvido, recuerdo, sensación, pensamiento, emoción, juego, alegría, tristeza, pero lo que perdura es la necesidad de amar y dejarse amar. Esa luz que se enciende desde el vientre materno, contiene la representación y el cúmulo de múltiples momentos, estadios, cambios y movimientos.
Por lo tanto, dentro de esa lógica compleja e intangible, hay que dejar hacer, contagiar y ser contagiado, fluir y dejar fluir, fluir en el otro. Es de este modo que se dan las fusiones, surgen las posibilidades y emerge lo nuevo, develando y dando paso a que cada cuerpo se afecte y se inunde de subjetividad.
La potencia de cada niño y niña está en lo que hacen, en lo que son ahora mismo, esa es su esencia .Finalmente, su esencia es la percepción que han obtenido del mundo, cómo ven la vida, cómo la viven y cómo la transitan. Son cuerpo, por eso observan, preguntan, indagan, avanzan, juegan, asocian, crean, quieren, valoran, analizan, reflexionan, sienten, piensan, riñen, sufren, gozan, desean, ríen, lloran y establecen conexiones, circuitos y devenires entre lo que los afecta y cómo afectan al otro. Es desde su esencia y su experiencia en el amor que quieren comprender-se, encontrar-se y aprehender-se en el mundo.
Maestras(os), mamás, papás, familias, amigos, vecinos, cercanos, nuestro reto es amar y respetar a nuestros niños y niñas. Será posible lograrlo?
Cuando los niños y niñas aman aprenden también a amar y respetar la vida. El amor es el sentimiento que empuja, jalona, mueve, entusiasma, reta. Es importante, que desde pequeños identifiquen los impulsos que los unen a las personas, a las cosas, a las ideas, a los pensamientos, al mundo. Así podrán trasegar por el deseo, el juego, la risa, la tristeza, el fracaso, el éxito, el placer, el disfrute, los gustos y los disgustos superando los obstáculos y retos que surgen en el camino.
El amor y el movimiento mismo de la vida proponen un viaje hacía experiencias que determinan rutas en el presente y para el futuro. Vivir en el cambio, en la complejidad, estar con y en contra de la corriente es comprender que se está siempre en perpetuo movimiento. La vida en su infinitud, nació antes de nosotros y va más allá de nosotros, no puede asirse y aunque se quiera aprisionar, como el viento se mueve veloz y huidiza.
Cada uno(a) transita, es transitado y transita en otras vidas, avanza y deja que avancen a través de sus realidades. Al mismo tiempo es olvido, recuerdo, sensación, pensamiento, emoción, juego, alegría, tristeza, pero lo que perdura es la necesidad de amar y dejarse amar. Esa luz que se enciende desde el vientre materno, contiene la representación y el cúmulo de múltiples momentos, estadios, cambios y movimientos.
Por lo tanto, dentro de esa lógica compleja e intangible, hay que dejar hacer, contagiar y ser contagiado, fluir y dejar fluir, fluir en el otro. Es de este modo que se dan las fusiones, surgen las posibilidades y emerge lo nuevo, develando y dando paso a que cada cuerpo se afecte y se inunde de subjetividad.
La potencia de cada niño y niña está en lo que hacen, en lo que son ahora mismo, esa es su esencia .Finalmente, su esencia es la percepción que han obtenido del mundo, cómo ven la vida, cómo la viven y cómo la transitan. Son cuerpo, por eso observan, preguntan, indagan, avanzan, juegan, asocian, crean, quieren, valoran, analizan, reflexionan, sienten, piensan, riñen, sufren, gozan, desean, ríen, lloran y establecen conexiones, circuitos y devenires entre lo que los afecta y cómo afectan al otro. Es desde su esencia y su experiencia en el amor que quieren comprender-se, encontrar-se y aprehender-se en el mundo.
Maestras(os), mamás, papás, familias, amigos, vecinos, cercanos, nuestro reto es amar y respetar a nuestros niños y niñas. Será posible lograrlo?
Imágenes de Patricia L. C