viernes, agosto 11, 2023

El Maíz



 By: Claudia C. Pinzón Romero

Vive intensamente



 By: Claudia C. Pinzón Romero

domingo, julio 23, 2023

Amate con todas tus rarezas



Aprende a aceptarte y disfruta de la complejidad de la naturaleza. 

miércoles, mayo 03, 2023

¿Qué esconde Matilde con su promiscuidad?



    Matilde jamás olvidará ese día, le dieron la nota del examen de un curso muy difícil. Todos los amigos lo habían perdido, en cambio, ella había sacado un diez.  Tenía en sus manos el mejor examen de la clase, había dicho Carlos, el profesor de física. Matilde estaba felíz, deseosa de hablar con la madre. Tenía que ir a casa a contárselo,  quería que se sintiera orgullosa de su hija, por fin iba a darle una gran noticia. Llegó a la casa con el corazón a mil por hora. Entró en el salón, y allí estaba ella. “Mamá –dijo- nos han dado el examen de física y ¿adivina qué? ¡tu hija ha sido la mejor de la clase!¡ he sacado un 10 y la mayoría de mis compañeros no lo han logrado!”

    La reacción de la madre, Matilde no la esperaba, ella no se alegró, ni la besó, no hubo recompensa. Ni siquiera le cambió el gesto. Siguió sentada en el sofá con cara de que no habían buenas noticias.
Matilde pensó:“¡Qué pasa? ¡Qué he hecho mal esta vez?”, mientras tanto, la mamá sacó de un costado del sofá  el diario de ella y la miró fijamente a los ojos. Matildea preguntó: - “¿lo has leído?”.  Los ojos se le llenaron de lagrimas, tenía ira y con un grito enfrentó a su madre -“¿Es que ya no se respeta mi intimidad en esta casa?”

    La madre muy contrariada contestó: “Hija- me tienes muy preocupada. He estado hablando con la madre de tu amiga Miriam y me ha dicho que tengo que controlarte, pues te gustan mucho los chicos y cambias de uno a otro por momentos, dice que  cada semana vas con uno distinto… ¡Y encima lo has escrito en tu diario!”.

    Matilde trató de convencerla de que eso era lo normal -¨tengo la edad para conocer a muchos chicos, para saber cuál es el adecuado, todas mis amigas lo hacen, ¿qué hay de raro?¨ La madre desconsolada rompió en llanto. Cada vez que intentaban hablar, la conversación acababa en un monologo cargado de reproches. Matilde no quería escucharla, se preguntaba ¿Qué va a saber mi madre de mis sentimientos, si nunca ha estado pendiente de mí?, para ella siempreshan sido mas importantes mis hermanos y ella misma, ¿que viene a decir ahora?

    Sin embargo, no era verdad lo que ella explica a la madre. Ninguna de las amigas de Matilde llevaba a cuentas la retahíla de chicos con los que ella había estado. Tenía 16 años y cada fin de semana andaba con uno diferente, los chicos no le duraban nada, ellos se alejaban o ella encontraba alguna excusa para no verlos más, algunos incluso ya pasaban de verla, lo cierto es que ninguno la hacía sentir feliz. En su sentir más íntimo Matilde sabía que todos salían con ella porque era una apuesta segura. ¡Quién iba a rechazar a los 16 años a una chica con la que seguramente acabaría en la cama! ¡Ninguno, por supuesto!

    Después de este episodio, la madre intentó controlar la vida de Matilde, los amigos, las actividades del fin de semana, le registraba todas las cosas (en busca de preservativos, quizá). ¡Qué ilusa! ¡ creía que se dejaría pillar tan fácilmente? Mientras esto ocurría, la autoestima de Matilde iba en picada, se refugiaba en el sexo. Creía que los chicos la querrían porque deseaban estar con ella, y  al principio fue así,  todos se fijaban y le escribían al móvl, le invitaban a salir, pero después de acostarse con ellos, sentía  un vacío profundo,  parecía que la sociedad seguía su camino y a nadie le le importaba su existencia 

    La depresión pronto hizo su aparición y cuando matilde no podía más, la madre la llevó a terapias con un psicólogo.  Comenzó la terapia por obligación. Las primeras sesiones trascurrieron plagadas de silencios, no quería hablar con ese extraño. Pero, poco a poco, casi sin darse cuenta, empezó a confiar en él. Al finalizar las sesiones se sentía mejor, hasta que, un día se dio cuenta del error y todo todo comenzó a mejorar.

    El fantasma que rondaba muchas noches en la mente de Matilde, cuando se preguntaba si los padres la querían, solo era una necesidad afectiva vinculada con el despertar sexual, eso facilitó el acercamiento de otras personas, que solo buscaban una juego sexual,  una descarga, una experiencia con afecto disfrazado, carente de los componentes propios de un vinculo sincero y real. 
Finalmente, Matilde descubrió que la sensación de vacío que sentía después de cada relación sexual no era otra cosa que una señal de alarma. Su propia voz interior la espetaba: “Matilde, no estas encontrando lo que buscas”.  En el fondo, aquellos que se acercaban a ella no valoraban el tesoro que suponía ser ella misma. Y ella lo sabía.

    Desde el punto de vista profesional, el abordaje del problema de este caso, no se encaminó a disminuir la promiscuidad de Matilde, se reunió al grupo familiar en primer lugar, porque la madre tenía prejuicios sobre el sexo y utilizaba estos para manejar a su hija y  el padre, ausente y poco comunicativo y afectivo, al inicio fue muy reacio a participar en las primeras sesiones, pero se integró con el proposito de rescatar a Matilde.

   En segundo lugar,  los valores de Matilde fueron puestos sobre la mesa y, sorprendentemente, se parecían a los de su padre y madre, quienes tuvieron  una extraña sensación al descubrir quién era realmente Matilde y así aprendieron a respetarla en las restantes sesiones. El padre aprendió a asumir su  responsabilidad en la educación de Matilde, con respeto y aprecio y  con la madre, la terapia no fue  sencilla porque  estaba anclada en unos valores morales que, aunque respetables, no le dejaban ver el trasfondo del problema: la promiscuidad de su hija manifestaba un síntoma de algo más profundo, aunque, en ningún caso, era una enfermedad.

    Matilde, hoy en día expresa: “no me siento orgullosa de lo que hice, pero ahora sé que me pasó. He logrado superar todos mis problemas y he aprendido a aceptarme tal y como soy. ¡Y la verdad es que no estoy nada mal! Ahora soy yo la orgullosa madre de una niña,  he logrado formar una familia estable, con un marido que me quiere con locura. Y, lo más importante, he entendido que mi madre no tiene la culpa de mis problemas. Ella ha estado allí siempre, en todo momento conmigo”.