Por: Claudia Constanza Pinzón Romero
«Alguna vez además río, bromeo, juego, soy hombre».
(Umberto Eco, en el nombre de la Rosa)
El juego está presente en los animales mamíferos y en la especie humana desde una etapa temprana del crecimiento, aparece como una herramienta de aprendizaje muy eficaz que fortalece el desarrollo de la identidad y consolida el sentido de pertenencia a un grupo o comunidad.
La dimensión lúdica y recreativa del ser humano integra el juego como constituyente, el cual está relacionado con otras dimensiones como: la comunicativa, la social, la política, la etico-moral, la erótica afectiva, la cognitiva, la estética, la productiva y la espiritual.
El juego posibilita al niño la inserción al mundo, al entorno donde se desenvuelve, es un dinamizador innato que fortalece el crecimiento saludable del sujeto y su adaptación a la cultura.
El juego emerge a medida que el niño se va desenvolviendo en el medio familiar y social, no es necesario enseñar a jugar, este se perfecciona en el encuentro con el otro, en la interacción donde se crean reglas, normas, se descubren roles y se adaptan a la vivencia. El juego refleja la disposición del niño para el aprendizaje, para asociarse, para acercarse al otro y lo otro, para compartir, para estar en grupo.
Un niño cuando juega expresa toda su vitalidad porque obtiene la visión y comprensión de múltiples realidades a medida que explora y descubre oportunidades y posibilidades; la percepción, la imaginación, la fantasía y el mundo físico conforman un gran entramado para expresar emociones y manifestar quién se es y lo que se desea ser. Por lo regular, las vivencias y experiencias placenteras y gratificantes del niño están vinculadas al juego. El juego lo viven intensamente, se entregan por completo y con compromiso, convirtiendo cada momento lúdico en un sentimiento de gozo inaplazable.
La riqueza pedagógica que en esencia se encuentra en el juego radica en que dispone al niño al aprendizaje, se convierte en una herramienta metodológica que aporta en el despliegue de capacidades perceptivo-motrices, en el desarrollo cognitivo, la expresión de emociones, la adaptación del niño a la realidad, el descubrimiento de capacidades y motivaciones para establecer vínculos con personas, situaciones, objetos, creencias y costumbres de su comunidad.
El juego activa lenguajes, promueve valores y la convivencia.
Los educadores tenemos el compromiso de formar personas responsables y felices y hacer de nuestra tarea cotidiana un arte y el arte implica la creación de nuevos juegos con reglas que respondan a la solución de necesidades, problemáticas sociales y al deseo de trascendencia de cada estudiante que llega a la escuela. Es entonces indispensable que se creen estrategias educativas acordes a los retos de aprendizaje de la época.
Video complementario sobre el Juego
Orienta: Claudia Constanza Pinzón Romero (2020)
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