Las
emociones en la escuela: entre la intención y la acción[1].
Por: Claudia Constanza Pinzón Romero[2]
“Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio.Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua."
Cortázar (Rayuela, Cap 7)
La relación o distinción entre razón y emoción ha sido motivo de disertación en los últimos siglos por distintas disciplinas. Se consideraba hasta el siglo pasado que las emociones enredaban todo, eran obstáculos, eran inútiles e impedían la racionalidad, incluso que era “muy malo” dejarse controlar por las emociones. Estos conceptos y creencias se incorporan en la escuela, a través de los maestros, quienes con autoridad, en la mayoría de los casos prohíben la expresión de las emociones en el aula, permitiendo que se liberen en el espacio-tiempo del recreo o el descanso en la jornada escolar.
En el aula, el maestro tiene el poder para
hacer afectar un estudiante; con gestos, palabras y movimientos del
cuerpo indican al estudiante que está en una relación de sometimiento ante su intencionalidad . Por tanto, muy pocas veces los estudiantes expresan
miedo, tristeza, fracaso o alegría frente a este adulto que les exige
comportamiento.
En nombre
de la “disciplina y la normatividad escolar”, en el aula (como en la iglesia) está
prohibido bostezar, masticar chicle, comer dulces, conversar, reír a
carcajadas, levantarse de la silla, hacer bulla con los útiles en el pupitre,
opinar sin consentimiento del maestro y, además es deber estar bien uniformado, guardar silencio, evitar los movimientos
en la silla, no se debe alterar la dinámica con gritos o palabras en voz alta,
etc. Si se desea hablar hay que alzar la mano hasta que el maestro advierta que
hay alguien que quiere participar, no pueden hablar todos al mismo tiempo y
menos reírse de las situaciones graciosas que se presentan.
Cuando el maestro identifica que hay un estudiante “gracioso”, al que le gusta la “recocha”, que le saca “pelos a un bombillo” y que es muy popular, el maestro lo “pone entre ojos”, porque identifica en él no su genialidad, sino esa expresión de rebeldía e irreverencia que puede alterar la normalidad en el aula, por tanto, se adelanta a situaciones futuras y lo estigmatiza como: “quién no deja trabajar a los demás”, “no rinde académicamente”, “es hiperactivo” y además le adivina el futuro diciendo: “ese estudiante seguramente perderá el año”.Con estas sentencias, el maestro evita que los demás sigan el ejemplo y se comporten según el reglamento y la norma evitando “el brillo” y la influencia del estudiante alegre, con sentido del humor, que goza de estar con sus amigos en grupo y comparte el proceso de formación.
En el
aula, el maestro privilegia los discursos coherentes, serios y con
significación, pues hay que desarrollar en un tiempo determinado, un contenido
con la rigurosidad que se requiere y es mejor no dar espacio a expresiones que
crean des-orden y alteran el desarrollo de la clase. Lo más curioso es que el
maestro tampoco facilita la participación de los estudiantes, poco explora los
pre-saberes que cada uno posee, las vivencias y las experiencias, por lo
regular desconoce las problemáticas que vive en la cotidianidad y también las
que afronta en su contexto sociocultural. Es así, que las emociones y los
sentimientos de los estudiantes se van rezagando y dejar de ser significativos
en la educación.
Hoy en
día la ciencia afirma que sin emociones no se puede vivir y reconoce que las
emociones permitieron al ser humano sobrellevar las hostilidades del medio
ambiente y que estas fueron útiles para la supervivencia. Las emociones afectan
la forma de ver y comprender el mundo, porque conectan el entramado intencional
de la conciencia con la manera en que uno se representa en él y se trasciende a
sí mismo en su desarrollo personal. Gracias a las emociones puede afirmarse que
cuando algo está por suceder o está sucediendo, el cuerpo se prepara para
responder ante la situación que se presenta.
Las
emociones, según Ekman P. (2012)[3]
influyen en la concentración, la memoria y el racionalismo lógico, no para
distraer sino por el contrario para desarrollar atención y determinar qué datos
siempre recordar que puedan ayudar a discernir entre lo que a uno le agrada o
no. Se ha creído que las emociones entorpecen la toma de decisiones, pero en
momentos de presión que exigen reacción inmediata, estas posibilitan que se
pueda responder asertivamente ante cada situación. Las emociones dinamizan la
fluidez comunicativa, aseguran la transmisión de genes y la sobrevivencia,
estás no son solamente una expresión cultural, como se consideraban en los años
70, como ya lo señaló Darwin, son innatas, producto de una evolución y las
expresiones faciales que las acompañan son de carácter universal.
Las
expresiones emocionales están cargadas de sutilezas que mantienen el límite
entre la verdad y la mentira y contienen en sí mismas la significación y el
sentido de la realidad de cada sujeto, son un sistema universal, que se
desarrolla a través del cuerpo, con gestos, movimientos y tonos de voz, buscan
crear puentes y relaciones con otros, de esta manera se hace evidente el sentir
que va desde el enfado, el gusto, el éxito, la alegría, el placer, la angustia,
la empatía y el bienestar hasta el dolor, la agonía y la angustia.
De igual
forma, las expresiones emocionales son indispensables para desarrollar el
sentido de pertenencia y garantizar la existencia; ser incluido, ser agradable,
ser reconocido dentro de un grupo y entrar en procesos de empatía y adaptación
a una sociedad es vital para crear redes emocionales, afectivas y establecer
vínculos como seres sociales que se comunican y viven en colectivo.
Las expresiones
emocionales determinan la distancia o la cercanía con la que queremos que el
otro se comunique[4], el signo de la emoción
informa al otro qué tanto deseo que me ayude, me apoye o se acerque, de igual
forma cualquier emoción puede disfrutarse bien por ser divertida, triste o por
miedo. El asco, el desprecio, el sentirse superior, la sorpresa, son emociones
que muchas veces dominan al ser humano porque en sí mismas son un legado
genético, que determina las reacciones ante situaciones concretas, a esto es lo
que le se le denomina emociones innatas, las cuales aparecen desde los 3 meses
de edad embrionaria debido a la conformación del sistema nervioso[5],
al mismo tiempo que los músculos los cuales cuando tienen mayor movilidad al
nacer, definen una variedad de gestos que dan diversos prototipos de respuestas,
mientras que hay otras que se aprenden a lo largo de la vida y van a la memoria
emocional, la cual actúa como un resorte que se activa con estímulos desencadenantes,
esta memoria también retiene una base de datos que contiene todo lo que
emociona.
En general, es fácil añadir mucha información
vivencial a la memoria emocional pero no es posible borrarla[6].
Este es un proceso de aprendizaje que se produce en forma inconsciente en un
nivel cerebral muy primitivo, pero cuando se hace consciente la emoción es que puede desarrollarse la capacidad de distinción
entre realidad y representación.
Características de la memoria emocional
La
memoria emocional en el cerebro funciona más o menos como lo voy a describir en
esta experiencia emocional: ubíquense en el aula de la escuela: la maestra está
muy seria y pregunta por la tarea, en ese instante el miedo entra por los ojos del
estudiante, de los ojos va al tálamo, donde se procesa el estímulo y se redistribuye
a la amígdala, esta rápida conexión hace que el cerebro se prepare para
afrontar el posible peligro, pues la maestra acecha con su mirada inquisitoria,
paralelamente la corteza cerebral también recibe la misma información
procedente del tálamo, esta conexión se da más lentamente, por tanto la corteza
tiene más tiempo para analizar el mensaje detenidamente e identifica que aunque
la maestra está enojada no tiene en riesgo su vida, existe peligro, pero es una
falsa alarma. Esta información, va de nuevo a la amígdala e inhibe la respuesta
de miedo, en la que el estudiante recobra su cordura y encara la situación
haciendo que otro tipo de reacciones en su cuerpo se detengan. Es decir, las experiencias emocionales en la
mayoría de los casos son determinadas como respuestas al entorno mediante
distintas expresiones.
Me pregunto:: ¿Qué expresa el cuerpo del otro en esta situación?, ¿Qué información recibe la maestra de los gestos y movimientos del estudiante? ¿Qué sucede cuando la maestra reta con su gesto y su tono de voz al estudiante ¿y el estudiante, en su afán de defenderse cómo la engaña para sobrevivir a una situación que lo oprime y lo expone? ¿Será que la expresión corporal desnuda la intencionalidad del otro? ¿Será que la maestra y el estudiante se interpretan en instantes? Es posible, que la maestra encuentra lo previsible en instantes, confirma lo que sospecha y el estudiante hace visible su fragilidad con gestos y a la vez interpreta la intencionalidad de la maestra e identifica que puede hacerla víctima de algún engaño con las misma armas: el cambio de voz y el gesto en su respuesta?
Lo
cierto es que ésta experiencia del estudiante lo fortalece y así mismo expande su sentir a los otros, donando datos a
las emociones colectivas, en las que la resonancia emocional arrastra a los
otros compañeros para aprender a usar
las emociones en beneficio del momento, como ocurre en el ámbito de la
violencia, en donde la emoción se contagia por su naturaleza social, gracias a
que hay un algo común para comunicarse lo cual se aprende y se impone como en
los fenómenos más primitivos porque la expresión es contagiosa[7].
Las
emociones son fundamentales para sobrevivir pero quien no las controla se
convierte en un peligro social. Lo novedoso es que sin emociones no hay
inteligencia, Damasio (1999) afirma que no se pueden tomar decisiones sin que
estén contaminadas de emoción. ¿Para qué sirven las emociones? se pregunta
Damasio, pues sirven para aproximarse o
evitar un estímulo del mundo, son una manera de motivar al ser humano para
hacer lo que la selección natural exige y en las decisiones se pueden encontrar
atajos para encontrar la felicidad. La vieja separación entre emociones y razón
es absurda, porque siempre al principio se tendrá un estímulo que desencadene
una emoción y a través de medios complicados del cerebro y la conciencia surgirá
un sentimiento.
Damasio (1999)
sugiere que hay dos fases que intervienen en las emociones, una fase que es la de
la emoción y la otra fase es la del sentimiento, en una situación en la que
invade el miedo, este genera una reacción automática, que empieza en el cerebro
y se refleja en el cuerpo real o en la simulación interna del cuerpo, la
frecuencia cardiaca y el cuerpo cambian ante el peligro y hacen que este
responda y es cuando se puede tramar, proyectar esa reacción concreta según se
percibe, con varias de las ideas que se relacionan con esas reacciones y con el
objeto que lo ha causado. La suma de todo constituye un sentimiento. Este
conjunto, el del estímulo que genera la reacción y las ideas que lo acompañan, conforma
el sentimiento y por esto la emoción se vuelve a situar en la fase mental, de
modo que empieza en el exterior, modifica el cuerpo porque así lo determina el
cerebro, altera el organismo y entonces se percibe en su totalidad la emoción.
Así mismo
Damasio(1999) aclara que para tener sentimientos, se requiere un buen sistema
nervioso que pueda proyectar en imágenes las emociones para poder ser
consciente del yo, del cuerpo propio, en donde actúa la consciencia, es decir:
los sentimientos de emoción más simples, frutos de las emociones del entorno,
suponen el principio de la consciencia, en cierto modo, no se puede “tener un
sentimiento propiamente dicho sin conciencia, pero tampoco consciencia sin
sentimiento y todo esto entra en una espiral más compleja en la que aumenta el
sentimiento y la consciencia”[8],
esto requiere de un principio inicial que procede del cuerpo porque la
consciencia está íntimamente vinculada con esa sensación propia de sentir el
propio cuerpo y lo que cambia en él.
Estas perspectivas
que se desarrollan desde las neurociencias, permiten explicar la emoción y así
mismo desde la visión fenomenológica podría complementarse agregando que es necesario
identificar y estudiar cómo y de qué manera se realiza el proceso de constitución
de sentido y se abre el abanico con el horizonte de significación para el sujeto.
Si se piensa en la educación las preguntas podrían
ser: ¿Cómo son valoradas las
experiencias emocionales de los estudiantes en la escuela?, ¿Qué estadio
pre-racional de un mundo vivido, no pensado, reacciona en forma instantánea y
actúa en su propio beneficio?. Estas preguntas me recuerdan a Sartre quien siguiendo
a Husserl, afirma que las emociones dan sentido a la realidad, a la relación
con el otro, con el mundo, consigo mismo, en una dimensión en donde la
representación y la emoción permanecen atadas, vinculadas, en donde el pensar,
el valorar y el desear forman también parte de la misma esencia humana.
Sartre
(2006) considera que la que la emoción no es un desorden sin ley. La emoción
tiene una finalidad, que es la de transformar la relación del sujeto con el
mundo, relación que se presenta como “muy difícil” en una situación que Sartre
llama “mágica”. La emoción tiene lugar en un nivel pre-reflexivo y es mágica
porque el mundo deja de ser un ensamblaje de objetos operados según
procedimientos determinísticos y se expresa con libertad. Por ejemplo: el maestro
le indaga al estudiante por un tema que no estudió, entonces en un primer
momento, el estudiante se remueve en el asiento, escucha su propia respiración,
los susurros de los demás, su corazón palpita rápido y fuerte, siente miedo, pero
se sonríe, con timidez responde en voz baja: -“no leí, no hice la tarea”-. En
este instante con la sonrisa temerosa
está transformando la relación con el mundo. La finalidad de la reacción del
estudiante busca “desaparecer” mágicamente la mirada recriminadora del maestro y
volver a su estado emocional inicial.
Sartre
presenta dos niveles de la emoción; en un primer nivel, la emoción se usa con el
cuerpo de una manera “mágica”, como un conjuro que hace que las distancias entre
los sujetos desaparezcan y de esta manera el cuerpo cambia la relación con el
mundo mediante el “encantamiento”, es decir, se encanta con el cuerpo y se
transforma de esa forma el mundo. Esto implica tácitamente que “el origen de
una emoción es una degradación de la conciencia, espontánea y vívida, ante la
faz del mundo”[9], todo esto a raíz de los
requerimientos que hace el mundo al sujeto, por ello la conciencia elige
degradarse y vivirse mágicamente, entra en estado de sueño o ensueño, como si
se adormeciera. Esta reacción permite decir que la emoción es una manifestación
inferior de la conciencia.
En un
segundo nivel existe un tipo de afectividad que no es producida por una conciencia
que se entrega a la magia, se trata de
sentimientos que aparecen en las personas que no emergen de solicitudes del
mundo. Son emociones que se producen “por el mundo mismo, que se revela como
mágico en torno nuestro”[10].
Estas generalmente se obtienen de otros
seres humanos, por ejemplo, me pregunto: ¿Cuál sentimiento podría haberse
generado en el caso anterior después de que el estudiante sortea la dificultad
con la sonrisa, pese a que aún siente en su cuerpo los susurros de sus
compañeros y la mirada inquisitoria del maestro? Quizá el producto pueda ser una
valoración negativa o positiva para sí mismo y esto afecte la relación con los
demás o por el contrario decida tratar de ignorar lo sucedido. Lo que sí es
seguro es que fue afectado y habrá un proceso pre-reflexivo que lo relaciona de
distinta forma con su mundo de la vida en la escuela. De esta
forma, Sartre puede decir “el hombre
siempre es un mago para el hombre y el mundo social es primero mágico”[11].
Es
importante aclarar que para Sartre la afectividad no es algo que se dé o exista
en el “interior” de las personas, sino que en esencia está unida a las acciones
y las experiencias de las personas. En este sentido, realiza un aporte
invaluable para comprender “la intersubjetividad”, aunque para otros pensadores
es discutible su explicación porque deja los sentimientos y las emociones asociadas
exclusivamente a reacciones de defensa o como una inferioridad ante el otro, en
el que el prójimo a uno lo oprime y que aparezca como que los encuentros con el
otro son negativos. La resignificación de la experiencia emocional en este
autor no presenta alternativas como podría considerarse que lo hacen otros
autores como Spinoza.
Ekman
(2012) libera las experiencias emocionales para afirmar que se puede elegir ser
o no emotivo, y que esto se puede desarrollar por el espacio que hay entre el
impulso y la acción, que es allí donde se realiza una pre-reflexión, este es un
espacio muy pequeño a nivel cerebral, pero se puede ampliar, además afirma que
se puede elegir un comportamiento en determinada situación y seguir a un sujeto
que está emotivo o no contaminarse de la
emoción, esto implica que se puede dirigir la emoción. Por último, agrega que las emociones se pueden
aprehender, si deseo sensible con las emociones del otro, porque por sutiles o
escondidas que estén, estas expresan como se siente con relación a sí mismo, a
los demás y al entorno. Damasio (1999) sostiene que las emociones se pueden organizar
y educar, porque el propósito de una sociedad próspera es que se seleccione lo
mejor y se reprima lo peor de la naturaleza humana, es allí donde radica la fuerza de la voluntad como un método para educar a la razón en
la búsqueda de un estímulo que pueda volver positivas las emociones, de tal
forma que se repriman las emociones negativas o al menos se neutralicen.
Es así
que se puede hacer un tejido con diferentes hilos y bien coloridos, primero es
necesario recuperar la perspectiva del hombre mago y del mundo mágico, que
plantea Sartre, para consolidar una atmósfera teórica en la que se pueda
entrelazar el deseo, la voluntad y las valoraciones, desde una perspectiva más
amplia y generosa que privilegie otras formas creativas de relación entre los
maestros y los estudiantes en la escuela. De igual forma, la escuela podría incluir
en su intención de aportar al desarrollo humano, integrar en su proceso
formativo la educación de la emociones, no con el propósito de disciplinarlas,
sino como método en el que la fuerza de la voluntad active los procesos de
disertación acerca de la experiencia emocional, lo cual propicia el
fortalecimiento y ampliación que se da en ese pequeño espacio del “entre” en el
que habita el impulso y la acción, trayendo beneficios y bienestar al sujeto y
la sociedad. Es una tarea que apenas comienza para el maestro como para el
estudiante.
Finalmente, Cortázar en la Rayuela describe como la expresión de
una emoción que produce el otro en mi abre una puerta al mundo, porque conecta al
sujeto biológico, complejo, fenomenológico, ético y político consolidando la relación de
reciprocidad entre la emoción y razón. Cuando beso al otro compasiva, amorosa o
apasionadamente poseo el poder del mago, puedo encantar y transformar ese mundo
mágico que permanentemente transformo y me resignifica.
Bibliografía
Ekman Paul. (2012). El
rostro de las emociones. Editorial RBA. Libros. Barcelona. España.
Damasio A. (1.999) El
error de descartes. Editorial Andrés Bello. Chile. p. 151-189
Punset Eduardo (2010)
Viaje a las emociones. Editorial Destino S.A. Barcelona
Sartre J.P. (2006) Bosquejo de una teoría de las
emociones. Alianza Editorial. Madrid.
p.86
[1]Articulo
elaborado para Ponencia en el “II evento Pedagogía y Ciencia: Teoría y
Práctica”, en la Escuela Superior Normal Santa Clara, Almaguer, Cauca. Octubre 31/2013. Ajustada en junio 2020
[2] Dra en Filosofía civil. Mag. en Educación. Lic en Filosofía, Universidad del Valle. Docente Universidad del Cauca y Fundación Alejandría. Investigadora para los Grupos de Investigación Motricidad Humana, Fenomenología y Ciencia, de la Universidad del Cauca, con CVLAC como investigadora de Colciencias. Correo: cpinzon@unicauca.edu.co.
[3] Ekman Paul. 2012. El rostro de las emociones. Editorial RBA. Libros. Barcelona. España.
[6] Punset Eduardo (2010) Viaje a las emociones. Editorial Destino S.A. Barcelona
[7]
Damasio A. (1.999) El error de descartes. Editorial Andrés Bello. Chile. p.
151-189
[8]
Ibid. p. 151-189
[9]
Sartre J.P. (2006) Bosquejo de una teoría de las emociones. Alianza Editorial.
Madrid. p.86
[10]
Ibid p.85
[11]
Ibid p.88
2 comentarios:
Excelente artículo. El vínculo entre emoción y educación siempre ha sido estrecho (aunque muy poco reconocido) y como consecuencia, un abismo profundo subyace entre teoría y práctica educativa. En el aula,educar las emociones se reduce a conservar el "orden" y desde ahí neutralizar comportamientos "negativos". Considero, que hay un fuerte desconocimiento por parte del maestro en torno a esta temática, afortunadamente en la actualidad se reconoce la importancia de las emociones para el desarrollo del aprendizaje, los maestros necesitamos educar las emociones en nuestros niños, pero no solo desde la experiencia empírica, sino desde el saber disciplinar, para orientar de manera significativa los procesos de enseñanza y aprendizaje.
Tema clave. Las emociones son activas pero el intelecto recibe de ellas su energía porque es pasivo
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