martes, septiembre 28, 2021

El análisis musical y sus oportunidades metodológicas en el siglo XXI

Por: Diego María Arenas Aguilar[1] 
                                  Claudia C. Pinzón Romero[2]

El trabajo y la práctica analítica de la música son una necesidad para avanzar en la investigación, sin embargo, es posible que el concepto del análisis en la actualidad no responda a la evolución que ha tenido esta disciplina, que además de nueva, viene desde el siglo XX acompañada de un amplio abanico de teorías,  métodos y técnicas que complementan lo que había o se contraponen a lo existente.
En 1840 Ian Bent definió el análisis musical como "la resolución de una estructura musical en elementos constitutivos relativamente más sencillos, y la búsqueda de las funciones de estos elementos en el interior de esa estructura. En este proceso, la "estructura" puede ser una parte de una obra, una obra entera, un grupo o incluso un repertorio de obras, procedentes de una tradición escrita u oral" (pag 340).
Este planteamiento, obedece a una concepción estructuralista que fue superada, pero lo interesante es que aún subyace la comparación como actividad central del análisis musical y se afianza como requisito en los posgrados donde uno de los requisitos es realizar un estudio y hacer el concierto con fundamento en el análisis musical de una obra, lo que conlleva a que el método se desarrolle y especialice para determinar elementos estructurales y descubrir sus funciones.
De esta manera,  puede realizarse también la comparación con dos o más obras cada una en su unidad y es común que este método se realicé en  todos los tipos de análisis musical, bien sea,-el estilístico, formal, funcional, semiológico, Schenkeriano, etc.  
El proceso que propone Bent, es necesario describirlo como una metodología que se usa en las ciencias exactas, netamente positivista, que buscar analizar la experiencia, las relaciones y las funciones en una unidad, dejando de lado, aunque él también lo advierte, que la música no es medible, ni tangible. Dentro de esa propuesta se caracterizan diversas posibilidades en el análisis de una obra musical, una tradicional, estructuralista, en la que se concibe la obra como un producto fijado que posee combinaciones y funciones sistemáticas, se analiza lo recurrente, las variables, la reducción, la segmentación, el estilo musical y la coherencia interna de sus componentes y el asunto final sería encontrar la coherencia del producto, por ello, la naturaleza de este análisis tendría un interés técnico centrado en el texto.
 En ese sentido, podría decirse que la partitura es objetiva, como representación sonora, pero entonces se sacrifica el análisis cualitativo que debe caracterizar y comprender que la música es una proyección del espíritu de un compositor, de un intérprete, en términos filosóficos es una “efectuación del ser”,  y en esa consonancia debe incluirse cómo es interpretada y complementada con la experiencia del oyente.
 Entonces, el análisis musical requiere de otras disciplinas hermenéuticas y fenomenológicas que describan, expliquen y  vayan a la esencia de la pluralidad de los sujetos que participan en el acto creativo  y el significado externo de una obra musical o su contexto.
Otra oportunidad metodológica para el análisis musical sería concebir la obra como algo dinámico, cambiante, que se va consolidando en su existencia temporal y en el devenir durante el tiempo. La obra aquí no es un producto, no es un texto,  porque es interpretada según su historia, sus formas de interpretación, su recepción y en los entornos contextuales.
El enfoque histórico hermenéutico se centraría en la teoría y análisis de la recepción y por tanto, la naturaleza metodológica sería práctica, como un proceso enriquecido de significados sucesivos anclados en la cultura. Es decir, el análisis musical se realiza a una “obra viva, palpitante” gracias a las dinámicas de la cultura.
Por último, desde una perspectiva fenomenológica puede realizarse el análisis musical desde la percepción que tiene el sujeto con la obra, el sentido y significado que da el sujeto a su experiencia, cómo la percibe, la escucha, la valora, las afecciones emotivas, cognitivas y sentimentales que interpelan la obra. Es decir, la naturaleza metodológica radica en hallar la esencia del fenómeno musical y  la valoración y significados que se asocian a la obra.
Es cierto, que las tres posibilidades son complementarias dentro de la investigación, por ello quizá pensar metodologías mixtas para aplicar al análisis musical también es un acierto, y como se observa cada vez crece más el abandono de las metodologías empírico analíticas o positivistas. Es de anotar, que el pos-estructuralismo a través de teorías psicológicas, hicieron un viraje importante y determinante gracias a la semiología musical que desde las ciencias humanas buscan la estética y la poesía.
A medida que evolucionan los enfoques investigativos para producir conocimiento también surgen diseños  metodológicos en los que se va más allá del texto para introducir el contexto no solo en la obra sino en la condición  de la existencia de la misma. Es así que la práctica analítica musical  considera no solo la creación sino la interpretación de la sociedad actual de la obra y su extensión y dinamismo en el tiempo. Gianfranco Vinay (2001) menciona que uno de los principios fundamentales de la posmodernidad musical y artística está “en la disolución de la objetividad de la obra y  la subjetividad de su autor en la performance”.
De igual forma, los debates sobre el análisis musical como arte o como ciencia están anclados a los alcances del mismo, puede ser una herramienta que consolida bases para la construcción teórica de la disciplina o puede extenderse hacia la fundamentación de estructuras epistemológicas rigurosas con sus propias formas de comprender su objeto de estudio. Lo finalmente cierto, como lo plantea Nagore: 
Los historiadores de la música no pueden prescindir del análisis de la partitura, de los tratados teóricos o del comentario de textos, así como los teóricos o analistas cada vez abogan más por la necesidad de no olvidar la historia en su disciplina, en su búsqueda de claves contextuales y estilísticas (2004).
            Las necesidades del siglo XXI exigen transiciones conceptuales de fondo, que identifiquen la diversidad y desde el análisis destaquen la flexibilidad y dinámicas de la obra  musical y su transición en el tiempo y su devenir en la historia de un pueblo, debe contener en su método apertura para identificar la creación, el sentido y significado, la interpretación y el contexto cultural porque  “las nuevas perspectivas de acercamiento analítico a la obra musical no son "autosuficientes", tienen múltiples conexiones con otras disciplinas como la historia, la filosofía, la antropología, la psicología, la neurología, las ciencias cognitivas” (Nagore M. 2004).
De esta manera, ante la diversidad conceptual que puede asociarse al análisis musical quizá lo más relevante y generalizado es comenzar por identificar que es necesaria la integración musical para hacer el análisis de la música de frente a los retos y evolución del pensamiento posmoderno.

Referencias Bibliográficas
Bent, Ian, (1980)  Analysis", The New Grove Dictionary of Music and Musicians. London: MacMillan, vol. I, p. 340. 

Nagore, María (2004) El análisis musical, entre el formalismo  y la hermenéutica. Revista Músicas al Sur. Vol No 1 (Recuperado de http://www.eumus.edu.uy/revista/nro1/nagore.html)





[1] Mg. Investigación Musical (UNIR) Esp. en gerencia en informática (UniRemington) Lic en  educación musical, Maestro en trompeta, Maestro en Canto Lírico (Unicauca). E-mail diegomariaarenas@gmail.com
[2] Dra en Filosofía Civil (UPB). Mg en Educación (Unicauca), Lic en Filosofía (Univalle). E-mail cpinzon@unicauca.edu.co

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